SEVILLA
Una ciudad para callejear

Sevilla es un destino al que regresar y dejarse llevar por ese ambiente andaluz que tanto enamora. Además, nunca se cansa uno de pasear por la plaza de España o a orillas del Guadalquivir. Sevilla es eso, pasear y disfrutar de los pequeños placeres.
OLGA BRIASCO
Seguramente ya le hayan hablado de Sevilla e incluso en su mente tenga la imagen de la Giralda dominando el río o de la hermosa plaza de España. Pero limitarse a esos imprescindibles que llenan guías y folletos es dejarse precisamente aquello por lo que, ya le aviso, Sevilla le atrapará y le hará volver en un futuro. Hablo de ese olor a azahar que perfuma la ciudad en primavera, del color de las flores que adornan patios y portales, de esa guitarra compartida mientras el sol se pone y comienzan las risas y conversaciones de terrazas y azoteas llenas de vida. Una ciudad que, como digo, tiene más atractivos de los que pueda imaginar.
Un paseo por esa Sevilla que te atrapa comienza por el tranquilo y emblemático parque de María Luisa. No se lance a explorarlo todo porque caminar sus 34 hectáreas, con sus coquetos rincones y sus museos, le llevará un día entero así que, cual brújula, diríjase hacia esas torres que se elevan entre los árboles. Son las torres norte y sur de la plaza de España de Sevilla, a la que llegará por una de las avenidas de tierra que atraviesa el antiguo jardín del palacio de San Telmo. Al poner su pie en ella sentirá su simbólico abrazo y es que, en parte, es para lo que el edificio fue diseñado por Aníbal González: la plaza de España mira al Guadalquivir, que durante siglos fue el único camino hacia las colonias americanas, precisamente hacia donde alarga sus brazos como hermanamiento con Hispanoamérica.


La plaza de España mira al Guadalquivir, que durante siglos fue el único camino hacia las colonias americanas, precisamente hacia donde alarga sus brazos como hermanamiento con Hispanoamérica
La plaza embriaga por su esplendor y en ella se recorre en unos minutos España pues los grandes bancos decorados con cerámica representan 48 provincias españolas (por entonces Canarias solo tenía una y Sevilla tiene representaciones murales al margen). El selfie en la provincia de nacimiento es casi un must para los españoles, por lo que puede ser difícil hacerse la foto sin nadie. A modo de guirnalda, sobre los bancos, están los bustos de personajes tan insignes como Quevedo, Magallanes, Velázquez… Si el romanticismo corre por sus venas alquile una barca para disfrutar de un paseo a lo largo del canal que se extiende por el perímetro de la plaza.
Con la calidez de ese abrazo simbólico deténgase en el antiguo edificio de la Real Fábrica de Tabacos (la primera de Europa), hoy Universidad de Sevilla, y diríjase hasta otro de esos sitios que te atrapan: el Real Alcázar de Sevilla. Aquí el tiempo se detendrá entre patios y jardines, perdiéndose por recovecos donde reina el silencio y refugiándose del calor bajo la sombra de naranjos, palmeras y una frondosa vegetación. De fondo, el sonido de alguna fuente y el pincel de algún pintor que inmortaliza esa estampa. Lo mejor es comprar las entradas con antelación y evitar las horas punta.
Al salir, guíe sus pasos hacia la catedral, pasando al lado del antiguo Archivo de Indias que, junto con la catedral y el alcázar, son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Si quiere hacer un alto en el camino, hágalo en una de las mejores bodegas del barrio Santa Cruz, en la esquina con la calle Rodrigo Caro: Las Columnas. Enseguida los camareros le harán sentir como en casa y le abrirán hueco en una de las mesitas para que pruebe la pringá.
Tendrá su primer flechazo con el ambiente sevillano, especialmente si callejea por el barrio, con sus patios andaluces, sus antiguas bodegas y sus plazoletas. Pese a los turistas, notará la vida pausada en la que está sumida Sevilla. Aléjese del barrio de Santa Cruz atravesando el pasaje del barrio de la Judería para llegar al patio de las Banderas y ver la Giralda enmarcada en el arco que da paso a la plaza del Triunfo. Una imagen de la catedral de Santa María de la Sede foto- grafiada miles de veces pero que aun así sigue sorprendiendo. Ya lo verá. En la plaza, cuidados y engalanados caballos atados a carros.


Ahora acérquese a la Torre de Oro llamada así, dicen, por el revestimiento de azulejos que tenía antaño y que reflejaban el agua del río. Desde aquí puede recorrer la ribera del Guadalquivir y detenerse justo enfrente para ver la estampa típica de Triana: la calle Betis, con sus fachadas de colores y las mesas de los bares llenando de vida este rincón. Antes de adentrarse por Triana debe retroceder sobre sus pasos para ver la plaza de toros de la Maestranza. Desde aquí tiene dos opciones: regresar al centro de la ciudad o descubrir el barrio de Triana. Si opta por la primera opción, recorra sus calles comerciales (Sierpes, Campana, Tetuán y Cuna) porque, más allá de las tiendas, es curioso ver la cantidad de bares que despliegan sus terrazas —le aconsejo el bar Las Golondrinas o la Blanca Paloma—.
Deje de lado el mapa y piérdase por sus calles, que seguro que le llevan al Metropol Parasol (más conocido por las Setas) desde el cual tendrá unas vistas espectaculares, con las distintas torres y campanarios de Sevilla dominando el cielo. Y seguramente más temprano que tarde descubra iglesias tan bonitas como la de Santa María la Blanca, o edificios como la Casa Consistorial, el palacio de San Telmo o el hospital de las Cinco Llagas.
Y ahora el broche con el que se rendirá a los encantos de Sevilla: Triana, uno de los barrios con más carisma de la ciudad. Acceda por el puente de Isabel II —más conocido como puente de Triana—, donde verá una pequeña capilla en honor a la Virgen del Carmen, y un poquito más hacia delante llegará al mercado de abastos, donde cada mañana los vecinos hacen la compra.
Si va al mediodía siéntese en alguno de los puestos y tome la cerveza artesanal o unas ostras frescas. Si lo prefiere, cruce el puente y siéntese en alguno de los restaurantes que hay en la calle Betis. Se quedará sin palabras viendo las vistas del otro lado del río, con los jardines, la plaza de toros, la Torre de Oro, la Giralda y las torres de la plaza de España… Un punto y seguido para continuar enamorándose de esta ciudad, de sus habitantes y de ese color que, sí, hace tan especial a Sevilla.

LOS HUESOS DE COLÓN ESTÁN EN SEVILLA
Hay muchas incógnitas sobre Colón, pero lo cierto es que los huesos del almirante que puso su pie en América están en Sevilla, en un mausoleo de la catedral. Portan el sepulcro cuatro maceros de los cuatro reinos que integraban España (Castilla, Aragón, Navarra y León). Hubo un tiempo en que se cuestionó si realmente estaban allí, pero en 2006 un estudio de la Universidad de Granada concluyó que los restos auténticos del almirante están en la catedral hispalense.